Cada vez que descorchamos una botella de vino canario en La Quinta Roja, estamos saboreando siglos de historia, aromas únicos que evocan océano, volcanes y vientos alisios. Un testimonio líquido de la riqueza cultural y natural de las Islas Canarias.
El «Canary wine«, mundialmente famoso entre los siglos XVI y XVIII, encontró en el puerto de Garachico uno de sus epicentros. Desde allí, galeones cargados de vino partían hacia el Nuevo Mundo, África o el norte de Europa, donde era considerado un bien muy preciado.
Asomados desde el ajimez de la Casa Palacio del Marqués de La Quinta Roja, con una copa de vino canario en la mano, es fácil echar a volar la imaginación y viajar a esos tiempos en los que desde allí se observaba el trasiego de embarcaciones que llegaban a puerto o zarpaban hacia tierras lejanas.
Hoy, te invitamos a descubrir lo que esconde una copa de vino canario: una mezcla única de historia, paisaje y singularidad.
La tradición vinícola canaria comenzó a lo largo del siglo XV, con la llegada de los primeros colonos provenientes de distintas regiones de España y Europa, que trajeron entre sus pertenencias sarmientos y las formas de cultivo de sus regiones.
Las peculiaridades del suelo y el clima de las islas hicieron que las variedades de uva importadas se fueran adaptando con el tiempo a las nuevas condiciones, generando nuevas variedades endémicas. Los cultivadores también tuvieron que adaptar sus métodos de conducción, generando sistemas propios como el cordón trenzado, usado para conducir la malvasía.
Entre todas las uvas introducidas, la malvasía aromática, originaria de la isla de Candia (actual Creta), era la estrella. Junto con el vino vidueño, producido con las uvas blancas del resto de variedades, convirtió a Tenerife en el mayor exportador de vino de Europa durante los siglos XVI y XVIII, llegando a exportar hasta 20 millones de litros al año.
Con la malvasía nació el legendario “Canary Wine”, un vino dulce apreciado en las mejores mesas del norte de Europa y América, que incluso mencionó Shakespeare en varias de sus obras y con el que se celebró el Tratado de Independencia de Estados Unidos.
Nuestros vinos no solo calmaron la sed de tripulaciones en ruta hacia el Nuevo Mundo, sino que también fueron motor económico y cultural, viajando junto a las sedas canarias que eran elaboradas por las manos de las mujeres de la isla.
El puerto de Garachico fue la principal puerta de salida de los vinos canarios. La Villa y Puerto bullían de actividad y aquí se instalaron comerciantes provenientes de otros lugares de España y de Europa.
La presión económica ejercida por Compañía de Canarias, liderada por exportadores británicos, generó tensiones con los cosecheros locales. En 1666, estas tensiones culminaron en un acto de resistencia conocido como el «derrame del vino».
Durante la noche, un grupo de enmascarados entró en los almacenes británicos y vació miles de litros de malvasía por las calles de Garachico. Viera y Clavijo describió este suceso como “una de las inundaciones más extrañas que se puedan leer en los anales del mundo”. Este evento reflejó la lucha de los cosecheros locales contra las prácticas monopólicas y los bajos precios impuestos por los británicos. Una escultura situada en la avenida de Garachico, rinde homenaje a este episodio histórico.
A pesar de su éxito, el comercio del Canary Wine enfrentó numerosos desafíos. Restricciones como las del Consejo y la Casa de Indias, la prohibición inglesa bajo la Staple Act que favoreció a los vinos de Madeira y Oporto, y la erupción del volcán Trevejo en 1706, que destruyó el puerto de Garachico, contribuyeron al declive en el comercio.
Plagas como el oidium y el mildiu casi acabaron con los viñedos en el siglo XIX, y la calidad del vino disminuyó. Sin embargo, la resiliencia de los productores permitió que el sector resurgiera a finales del siglo XX, consolidando una nueva era para el vino canario, con el resurgimiento del sector y la creación de once denominaciones de origen en todo el archipiélago.
Para descubrir qué es lo que hace único al nuevo vino canario nos dirigimos a La Guancha. En la Bodega Viñátigo nos espera Juan Jesús Méndez Siverio, uno de los impulsores del renacimiento del vino canario desde finales del siglo XX, promotor de la Denominación de Origen Ycoden-Daute-Isora (que agrupa a las bodegas de 9 municipios) y de la D.O. Islas Canarias, y un gran estudioso de la historia de nuestro vino.
Nos recibe junto a la zona de descarga, donde los enólogos celebran la última caja de esta vendimia, que, como en cosechas anteriores, viene siendo afectada por los efectos del cambio climático.
Para este año prevén una producción de 170.000 botellas, de las cuales el 60% se distribuirá en restaurantes de alta gama de 18 países y, el resto, en restaurantes canarios y del resto de España.
Juan Jesús es un visionario. En 1998 construyó su bodega y ya lo hizo bajo los preceptos de la sostenibilidad y la ecología. Principios que le han acompañado a lo largo de todos estos años de profesión y que sigue defendiendo, implementando mejoras constantes en sus procesos y minimizando el impacto medioambiental de su producción.
Las 15 hectáreas que cultiva directamente se rigen por los principios de la agricultura ecológica y están repartidas por la franja norte de la isla, desde Taganana a El Palmar. El resto de la uva se la compra a casi un centenar de viticultores, cuya producción supervisa para que cumplan con sus estrictos estándares de calidad.
Alrededor de su bodega, para mimetizarla con el paisaje, está rehabilitado y replantado terrenos que se hallaban abandonados. El objetivo es que la bodega se integre en el viñedo. Un viñedo que hable de la historia del vino en esta zona del norte de la isla, con emparrados como los que trajeron los primeros colonos de Galicia y del norte de Portugal a finales del siglo XV; con morales centenarios, como los que importaron desde Corea los irlandeses para alimentar a los gusanos de seda con los que las mujeres producían delicados tejidos para la exportación; y con un jardín de variedades en el que apreciar el tesoro varietal que custodiamos en las islas.
Y es que las viñas que llegaron siglos atrás a Canarias desde diversos orígenes no se vieron afectadas por la plaga de filoxera que arrasó los viñedos en Europa en el siglo XIX. Por lo que nos hemos convertido en custodios del mayor patrimonio varietal del Viejo Continente, con más de ochenta tipos diferentes de uva, más de cuarenta de ellas endémicas. Una característica que hace a Canarias una tierra única para la producción de vinos singulares.
Desde que en 2011 fundó, junto a otros bodegueros, la D.O Islas Canarias- Canary Wine para conseguir un mejor posicionamiento de cara a la exportación internacional del nuevo “canary wine”, también se abrió una nueva puerta a la investigación y desarrollo de otras formas de producir vino, más respetuosas con la materia prima.
Con la D.O. Islas Canarias llegó también una nueva pirámide de clasificación: vinos de región, isla, municipio y parcela. En un mercado saturado y globalizado, los vinos de parcela, o de terroir, ofrecen la singularidad que demanda el cliente internacional experto en vinos, y en Canarias contamos con los ingredientes necesarios para producirlos.
La combinación de suelos volcánicos, microclimas diversos y técnicas agrícolas tradicionales hace que los vinos canarios sean singulares. Desde suelos arcillosos de 10 millones de años en el Macizo de Teno hasta los arenosos formados por erupciones recientes en La Guancha, cada copa refleja la riqueza geológica de las islas.
La escarpada orografía de Tenerife, que abarca desde terrenos al nivel del mar hasta más de 1,400 metros de altitud, junto con los vientos alisios y el clima oceánico, crea condiciones ideales para el cultivo de uvas de carácter excepcional.
A eso hay que sumarle la variedad de uvas que se encuentran en las islas, entre las que se destacan las más de cuarenta variedades endémicas. Uvas singulares con las que se producen vinos únicos.
El vino canario no solo es una bebida, es una experiencia, un reflejo de la historia, el esfuerzo y la pasión de quienes han cultivado esta tierra volcánica durante siglos. Desde el legendario Canary Wine hasta los vinos de parcela actuales, cada botella cuenta una historia que merece ser celebrada.
La cultura del vino se asocia a numerosas celebraciones en las islas, desde las Romerías celebradas en los diferentes municipios, en las que nunca falta el vino local, a las Fiestas en honor de San Andrés, patrón de bodegueros, que se celebran el 30 de noviembre. En esta fecha los bodegueros rinden honor a su patrón presentando el vino nuevo. Es tiempo de fiestas del vino en muchos municipios, pero la más destacada es la que ocurre a unos kilómetros de Garachico, en Icod de Los Vinos.
En este cercano municipio se celebra la fiesta más espectacular la víspera de San Andrés, el 29 de noviembre. El pueblo huele a vino y castañas asadas y suena al roce de las tablas de tea deslizando por las calles más empinadas del pueblo. Las tablas de Icod son una tradición que se remonta al siglo XVI y que comenzó como una forma de trasladar las maderas y se convirtió con el tiempo en un divertimiento para adultos y niños.
Dada la variedad de uvas que se producen y las diferentes condiciones de suelo y climáticas que existen en las islas, el vino canario sorprende por su variedad.
En el restaurante de nuestro hotel, Silogía, tenemos más de 35 referencias de vino de las islas. Te invitamos a que descubras la esencia de nuestra tierra a través de sus vinos. Vinos que hablan de una tierra moldeada por volcanes, océanos y vientos, y por gentes que desafían las adversidades. Un recorrido a través de los sentidos por el archipiélago canario. Nuestro sumiller será tu cómplice en este viaje.